martes, 30 de julio de 2013

... algo que duraría por siempre.

Era feliz. Había dejado marchar (le había pedido que se marchase) al hombre que amaba.

Pero era feliz, porque lo que habían vivido juntos era amor de verdad.

Y sabía que siempre recordaría el latido de su corazón contra su propio pecho. Y su forma de dejarse ganar al billar.

¿Y sabes que? No follaron , ni se hicieron el amor. Crearon el amor. Experimentaron el amor.

Conectaron.

MAGIA. Todo es magia al final.

Al principio tristeza de no saber que es lo correcto, luego felicidad al saber que no importa. Que lo importante es lo que se ha sentido en ese preciso momento, y ya está.

Y es feliz, muy feliz de poder decir que se ha enamorado. De verdad.


sábado, 29 de junio de 2013

... la batalla final.

Se comían por dentro.

Todo lo que no habían hecho fuera les comía por dentro.

Fuera, todo paciencia y arrugas de cuadros de Vela Zanetti. Dentro, la batalla final.

La desgarradora y maloliente batalla final.

Cama, gotero, camisón, ventana, esa horrible máquina que hace: pi-pi-pi-pi.

Y un cristal.

Un cristal que separa a la humanidad del terror de la verdad. Para que no sufra, o que sufra el triple cuando se lo encuentre de morros y empapado hasta el cuello. Empapado en su propia mierda.

Todos deberíamos estudiar medicina. Para al menos estar advertidos y poder decirnos a nosotros mismos el tiempo que nos queda. Porque prefiero ser frívola a partirme los morros contra mi autodestrucción.

Hay algo, ahí dentro, que se está automutilando, que está arrancando, masticando y rumiando tu propio contenido. Cómo si tu cuerpo quisiera consagrarte con la muerte más dolorosa y repugnante. Para convertirte en el mártir de tu propio esqueleto. Para hacer de tu cerebro el órgano más poderoso y menos útil de todos. Para hacer explotar tu colon repleto de cagada dentro de tí y que tus propios fluidos excretales lleguen a la punta de tus dedos, y a los agujeros de tu nariz, y a tus globos oculares, y entonces, tus ojos serán marron-excremento. Y Dolor tu jodido nombre.

Y mientras, el resto de la humanidad estará tras el cristal sin que ninguna gota de tu mierda le salpique. Pensando tal vez en lo maravilloso que es su cerebro, o hablando de su visión cubista del mundo. Ajenos a lo verdaderamente real. Su maldito y PERFECTO cuerpo. Que, de momento, no tiene que debatirse entre la autoregurgitación o la simple descomposición.

Y no te preocupes. Al parecer... las buenas personas tampoco se salvan.

lunes, 24 de junio de 2013

...un muso.

-¿Cómo cuando un fantasma te atraviesa?

- Como cuando un fantasma te inunda.
A veces las personaes creemos saberlo todo y de repente... un fantasma te trastoca hasta que consigue extirpar la nube de confianza que te habías labrado.
Y te desarma.
Y quedas desnudo ante el mundo.
Acojonado, ante el mundo.
Pero tu corazón late tan fuerte que hace que se te acelere la respiración, que el escalofrío dure mucho más que un segundo, y entonces, sólo entonces, se te desbordan millones de sensaciones plasmables en un simple y también desnudo trozo de papel, que parece estremecerse ante las lágrimas de la decisión y la libertad y es tu cuerpo el que escribe, y no tú, y es tu alma el que escribe, y no tú.
Y un pinchazo en el pecho te descubre el verdadero origen de lo que anteriormente habías llamado amor.
Y todo se nubla, y nadie lo entiende y no puedes parar de escribir, de llorar, de estremecerte ante lo que nunca antes habías dejado que te atravesase.

-¿Y todo esto sólo lo vas a dejar plasmado en tu whatsapp?

-Y en mi cuerpo.
Y en tí.
Y eso basta.
Porque mi corazón no late porque necesite a alguien que lo lea, sino porque necesita a alguien que lo sienta.
Y le palpite el corazón.
Rápido,
más rápido
más
más
más
más
sin parar
Hasta que tu único desea sea la ferviente necesidad de que pare.
Pero no sabes hacerlo.
Y sientes que cada vez se acelera más,
y piensas que tal vez de tanto correr se ahogue.
Y aprietas más el papel y el bolígrafo.
Y tu alma.
Estrujas cada ápice de sensibildad
y gritas
gritas
gritas
Y de repente
.
.
.
Éxtasis de Sta Teresa.
Y al convento.








-Debería estar beatificada-

domingo, 23 de junio de 2013

... el arte de la perfección.

Una bailarina tiene que tener los movimientos fluidos,
incluso los más costosos tienen que ser fluidos,
ese es el duro trabajo de las bailarinas.
Tiene que ser muy flexible y muy fuerte
y delgada.
Excesivamente delgada y sin pecho.
Su estilo diario es revoloteado
porque cuando baila es demasiado meticuloso.

La música.
La música es fundamental.
Su cuerpo tiene que ser la música hecha carne.
Tchaikovsky
¿Quién si no? Tiene que ser él.
Está revoloteando en el escenario.
Revoloteando de una forma perfecta,
medida,
precisa,
correcta,
PERFECTA,
le duelen los pies.
Mucho.
Pero no se da cuenta.
Todo el escenario está oscuro excepto un cenital que la sigue
como a la protagonista de un cuento de Disney
rodeada de otras bailarinas que envidian su perfección
pero a las que no les duelen tanto los pies.
Lleva purpurina
y los ojos muy marcados
negros y azules
que contrastan con el impoluto blanco de su maillot y su tutú.
Porque obviamente, lleva tutú.
Pero no el clásico,
es uno más desperfecto dentro de su perfección circular
uno más... rebelde.
Como buen Tchaikovsky, empieza con movimientos lentos y fluidos
que se acaban convirtiendo en agresivos y tajantes.
Ella puede oir el sonido de las puntas en el linoleo, el resto el público no,
ellos están fascinados.
Y a ella le machaca el sonido desacompasado de una de ellas.
Sabe y siente la mirada acusadora de su profesora
y entonces, ese sufrimiento lo traslada a su personaje.
Que se desata en una expresividad plena,
con los movimientos tan aprendidos y mecanizados que no dejan lugar a dudas, 
solo le invade la transición y la sensación que le provocan unos movimientos impuestos,
realmente impuestos, que son una cárcel de la que no puede escapar
y no se sabe deshacer de ellos más que con los mismos movimientos una y otra vez,
una y otra vez,
una y otra vez,
una y otra vez,
cada vez más desgarradores y perfectos.
Es un bucle.
La pescadilla que se muerde la cola.
Es como un hamster en un laberinto,
no puede ir por otro sitio y sin embargo solo podrá salir de él si lo sigue.
Y así, cada vez el público conecta más con su dureza, su emoción y su movimiento.
La música ayuda,
ayuda mucho.
Está en trance.
Y el público... ese público de salón, ese público rancio
que solo va al ballet para tener una excusa para ponerse el abrigo de bison y presumir de pendientes recién comprados y luego hacerse la interesante en sus encuentros sociales.
Lo cierto es que han visto tanto ballet que con la excusa se han vuelto expertos.
Nadie sabe tanto como ellos de ballet.
Del ballet visto, no experimentado desde luego.

Ellos...
están sorprendidos.
Han visto demasiados ballets y Lagos de los cisnes para sorprenderse,
pero esa bailarina....
es tan perfectamente larga
y precisa...
alocada al mismo tiempo.
Dicen que en momentos de máxima necesidad hacemos cosas que jamás habríamos podido hacer en un momento cotidiano.
Ella lo está viviendo ahora mismo,
máxima adrenalina,
máxima necesidad,
máxima tensión y presión,
máximo calor.
El foco le hace sudar más de lo normal y le corre el maquillaje
pero al igual que el dolor de pies, ella no se da cuenta.
Ella solo intenta escapar,
y con tanta intensidad que nunca habia hecho un "pa debulé" tan amplio.
Pero ella tampoco se da cuenta.
Su profesora la envidia profundamente y sus compañeras también
pero a ninguna de todas ellas les han dolido tanto los pies....
¿El pelo?
parece no existir.
Mejor, así no le estorba.
Pero menea la cabeza como si con uno de esos tajantes movimientos pudiese soltarse ese moño...
tirante...
Si eso ocurriese... sería tan feliz... y tan... libre.
Tan bella y tan poco perfecta
que no volvería a bailar
¿para qué?
ya se habría liberado....
ya sabría que no lo volvería a necesitar.
.
.
.
Pero nunca a ninguna bailarina se le ha caido el moño.
Tienen que ser y son tan jodidamente perfectas que ninguna encontrará la verdadera belleza...
la de la imperfección, la de la realidad.
Y así la buscan atrapadas en su locura
por eso fuera de la sala siempre llevan el pelo suelto.
Porque la cabeza ya les duele lo suficiente en las aulas.

Si viese a una bailarina que se le suelta el moño y sigue bailando,
pero como lo siente de verdad,
sin una coreografia opresora,
entonces,
sabré que he visto danza.
Danza de verdad.
De la que sale de un espíritu humano
danza bella
y no perfecta
danza de la de verdad.
Acabaría la música,
miraría al público, sonreiría
y se le caería una lágrima de felicidad
al ver a un público desconcertado
y a dos personas de pie aplaudiendo como si no hubiese mañana.
Saldría hacia el público,
e iría hacia ellos
les saludaría de verdad, cerca, entrando en contacto con su piel,
y se iría
por la puerta del público.
Y un escalofrío le recorrería la espalda.
Gracias Julio, amigo mío.

martes, 18 de junio de 2013

... un viaje sin vuelta atrás.

Las señales indican Francia.
Ni una ciudad ni otra, sino Francia.

Y yo rodeada de personajes.
Mientras busco cuales serían mis últimas palabras, ellos van a buscarse la vida. Que irónico.
Europeos decadentes, sudamericanos repudiados, algún que otro hindú, que no consigo imaginar que está haciendo aquí y una pequeña oriental a la que si le preguntas, resulta ser australiana. Se llama Lis. Y luego estoy yo.

Las señales indican Francia.

Hay niños, adultos, y padres muy niños adultos a la fuerza. Al parecer ninguno sabe (o puede) combinar colores. Todos llevan sandalias. Menos yo. Y hace un calor horrible. El conductor ya no sabe
en que idioma decir que no se puede comer ni ponerse de pie. Lo del cinturón ya ni lo intenta.

Las señales indican Francia.

Un rumano viene de Valencia y va a París. Parece ser el animador del viaje, ya "casi consigue" llevarse a la cama a 6 de las chicas del autocar. Y ahora me pregunta si escribo un libro en un castellano perfecto.

-¿Un libro? ¿Yo? ¡Ojalá! Pero no me da la cabeza para tanto.
-Y entonces ¿qué escribes? ¿Puedo leerlo?
-No. Sólo son cosas que no quiero olvidar.
-¿Has escrito algo de mi?
-No (mentira). pero puedo hacerlo ¿quieres?
-Pero sólo si me lo dejas leer.
-Está bien.

Y entonces escribo cosas bonitas. De esas que a todos nos gustaría que nos escribiesen. Y él, sorprendido me pregunta que si lo de los ojos ávidos y azules es por él. Claro que es por él. Se lo guarda en el bolsillo y me lo agradece mientras nos despedimos

Las señales indican Francia.
Ni una ciudad ni otra, sino Francia.

domingo, 16 de diciembre de 2012

... el de siempre.


El que estaba ahí, el que te escuchaba, el que te hacía reír, el que no te dejaba marchar, con el que discutías y el que te hacía llorar.

El que ponía tu corazón a mil.

El que te hacía cosquillas, el que tenía las manos calientes y odiaba tus manos frías en su espalda, pero adoraba que le acariciases la espalda.

El que te llevaba, el que te traía, el que se ponía colorado de vergüenza, el que te llamaba tonta y preciosa.

El del lunar.

El de mi corazón. El que no me conquista porque no necesita conquistarme. Porque me tiene prendada.

Mi otra mitad. Al que cuidar, al que besar, al que hacer rabiar, al que querer, al que hacer el desayuno.

Él será el que me hinche.

Porque era él. El de siempre. El que nunca dejó de ser. Mi amor.

miércoles, 3 de octubre de 2012

... un pájaro.

"El pájaro que vuela tan suavemente
El pájaro rojo y tibio como la sangre
El pájaro tan tierno el pájaro burlón
El pájaro que de súbito tiene miedo
El pájaro que de súbito se golpea
El pájaro que desearía huir
El pájaro solo y enloquecido
El pájaro que desearía vivir
El pájaro que desearía cantar
El pájaro que desearía gritar
El pájaro rojo y tibio como la sangre
El pájaro que vuela tan dulcemente
Así es tu corazón niño precioso
Tu corazón que aletea tan tristemente
Contra tu pecho tan duro tan blanco."

(Canción del pajarero, J.Prévert)

Allá vamos. A morir porque nuestro pájaro de súbito nos golpee día tras día.